Dictar clases de Pilates a personas ciegas y con deficiencia visual puede predisponernos con inseguridades a la hora de “poner en juego” nuestra experticia como instructores.
Eso es, al menos, lo que me pasó a mí cuando comencé a dar clases de Pilates en la ONCE Donostia-San Sebastián. La ONCE es la Organización Nacional de Ciegos Españoles, corporación social sin ánimo de lucro que ejerce su labor desde 1938. Trabaja por la autonomía e inclusión de personas ciegas y con deficiencia visual, o con otras discapacidades, para mejorar su autonomía personal y calidad de vida.
En la entrevista que me hicieron para cubrir su vacante de instructor de Pilates Mat, me remarcaron que se hacía complicado conseguir docentes, ya que habían tenido experiencias previas donde el instructor no se adecuaba a esta población. Entonces, lo primero que procuré fue comunicarles que ‘desde mi experiencia y mi formación podría impartir la clase de espaldas, dictando los ejercicios en voz alta y sin necesidad de mostrar ningún ejercicio y ayudarme con el tacto para corregir las posiciones, si fuera necesario’. Expresé cómo serían las clases, tanto para informarles del desarrollo de las mismas, como también para proyectarme de qué manera yo las dictaría. Procuré enriquecer la estrategia mediante la utilización de “imágenes visuales” con las cuales conseguir representar los ejercicios. Esta es una herramienta que a diario utilizamos los instructores, para reforzar conceptos y explicar mediante ejemplos que faciliten la comprensión de las formas y movimientos a realizar. De esta manera, comencé mi primera clase de Pilates para ciegos y con deficiencia visual.
A pesar de los días de preparación, se terminó apoderando de mí la incertidumbre por poder equivocarme y no tratar a mis alumnos con la debida competencia, y el miedo a que no me entendieran. Por fortuna, también en ese momento apareció un algo en mi camino que despejó todas mis dudas y me fue enseñando de manera orgánica que estaba haciendo lo correcto. Comencé utilizando una imagen visual, y al expresarlo, mis palabras no eran tan amplias como si lo estuviera haciendo con personas totalmente videntes, pero solo por mi prejuicio de pensar que no podía expresarme de la misma manera. Mis alumnos me fueron ayudando en voz alta en plena clase. Recuerdo estar explicando que la cabeza debía estar erguida, con la altura de los ojos hacia adelante y una de ellos, Ana, para explicarle a sus compañeros y apoyarme en la explicación, dijo en vos alta: -´la cabeza como si estuvieras mirando el horizonte en la playa, a lo lejos…´-. En ese momento, comprendí que el camino que había planeado era el correcto. Podía y debía utilizar las imágenes visuales para una población de personas ciegas y deficientes visuales. Roberto, un alumno muy intrépido, con el cual hay que medir las palabras al explicar un ejercicio ya que en su afán por probar todo puede hacer “acrobacias” con sus 64 años, me contaba que a veces los instructores no se expresaban bien: -´Es mejor decir, por ejemplo, poner las piernas como si fuera una mesa, se entiende mejor con una figura.
Al preguntarles a mis alumnos, si habían tenido problemas asistiendo a distintas actividades deportivas, me contaron historias de “desencuentro”. Una de mis alumnas me relató cómo abandonó una clase de baile porque no se sentía incluida en las explicaciones: -´Estábamos bailando y el profesor decía: Ahora nos movemos hacia allá y lo hacemos así… y yo me quede sin hacer nada´-. Esto le ocurrió a Maite, quien además me explicó que recién a sus 66 años con Pilates, estaba comenzando a practicar deporte en su vida, ya que lo último que hizo fue la gimnasia de preparación al parto, y lo anterior a los 10 años, cuando le prohibieron hacer deporte. El oftalmólogo le indicó que no podía hacer actividad física porque tenía una degeneración de la retina. Esta misma historia de prohibirle el deporte a una edad temprana, le ocurrió a Teresa de 76 años, a quien le sorprendió que los médicos siguieran con la misma prescripción una década después. Me relató también que de mayor recién empezó con yoga y luego Pilates en la ONCE Donostia. Además, me enseñó algo que debía tener en cuenta sobre ella: necesitaba estar en un sector del salón determinado, de manera que no le molestara la claridad de la luz proveniente del techo.
Una de las dudas que tuve al empezar mi labor era si había algo en particular en que debía poner más énfasis en la enseñanza, ya que buscando bibliografía no pude encontrar nada muy específico al respecto. Sin embargo al preguntarles, uno de mis alumnos me dio la pauta que señalaría mi próximo enfoque. Jon, un fisioterapeuta retirado y metódico al momento de hacer los ejercicios, me indicó: -´Nos serviría trabajar el equilibrio ya que estamos expuestos a golpes y desequilibrios que sufrimos al caminar o trasladarnos, por elementos que aparecen en nuestro camino y nos interrumpen la marcha o el movimiento que estamos haciendo´. Consecuentemente, el equilibrio ha sido gran parte del trabajo realizado en el salón desde el principio. Luego de varios meses, les consulté sobre los resultados y mis 9 alumnos, en su mayoría adultos mayores, llegaron a la misma conclusión: se sentían mejor, con más equilibrio y más confiados al moverse.
Realmente comprendí que la labor que se realiza con Pilates en la ONCE es muy importante, como lugar para realizar actividad física ante la falta de establecimientos que estén a la altura de incluirlos y facilitarles lo que necesiten. Las palabras por lo bajo de mis alumnos de San Sebastián, mientras fueron avanzando las clases, me lo confirmaron. -´Yo solo vendré los miércoles porque los lunes hago yoga´-, y luego de la segunda semana, se la escuchó diciendo a Mertxe: -´Yo vengo los 2 días ahora porque aquí trabajamos mucho´-. Teresa fue un poco más específica: -´Yo desde que vengo no tengo más dolores y todos los días repito la entrada en calor en mi casa, hago el puente y otro ejercicio´-.
Mis alumnos, ante todo, fueron los que me enseñaron como debían ser sus clases, con la razón de llevar toda una vida de experiencia conociendo a los ciegos y deficientes visuales, y por eso les agradezco enriquecerme como instructor de Pilates.
Ismael Valverde Fernández
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