Ésta es mi historia – Pamela McAvinue
Pilates como Terapia para el Asma
Cuando me pidieron que escribiera este artículo me preocupaba que el escrito sonara únicamente como una historia personal y fuera un mero relato de mis limitaciones físicas derivadas del Asma. Realmente, comparto esta historia con la ilusión de animar a otros asmáticos a beneficiarse, como yo, de una rutina diaria de Pilates.
En estos días en que la vida sedentaria parece ser la nueva epidemia de inactividad y obesidad, adquiere especial importancia que aquellos que padecen de asma y procesos alérgicos se adscriban a un programa de ejercicio efectivo. Para las personas con dificultades respiratorias, Pilates es una actividad que puede mejorar su salud sin exponer al organismo a los detonantes de alergia y asma que suelen estar asociados con las actividades al aire libre.
Hay muy pocas pruebas anecdóticas de que el Pilates pueda mitigar los síntomas asmáticos. Sin embargo, y como explicaré a continuación, con Pilates yo he conseguido mejorar mi coordinación, flexibilidad, respiración y fuerza. El hecho de concentrarme en los músculos del core y utilizar la respiración para facilitar el movimiento me permitió focalizar en la resistencia y la concentración, las cuales contribuyeron a disminuir la frecuencia de mis episodios asmáticos.
Yo tengo asma desde que mi memoria alcanza a recordar, igual que mi madre, quien también lo padeció a lo largo de toda su vida. Desgraciadamente, en el caso de mi madre la enfermedad fue también motivo de su fallecimiento, siendo ella aún relativamente joven.
Si bien los médicos actuales son capaces de ayudar al paciente a manejar su enfermedad, lo cierto es que aún no saben cómo curar el asma. Una vez que lo tienes, te acompaña de por vida. Además, se sabe muy poco acerca de los motivos que lo detonan, de manera que la mayor parte de los tratamientos van enfocados a moderar la sintomatología. Aún me duele cada vez que recuerdo momentos de mi adolescencia en que los médicos nos decían -a mi madre o a mí- que el problema era psicológico. La realidad es que el asma es una enfermedad crónica de los conductos aéreos de los pulmones. Lo que sucede cuando tienes asma es que estos conductos, que son como tubos por donde entra y sale el aire de los pulmones, están inflamados y por lo tanto hinchados y sensibles. Al respirar las partículas suspendidas en el aire, tienden a sobrerreaccionar y cuando lo hacen, la musculatura que los rodea se tensa, lo que provoca un estrechamiento de los conductos y una disminución del torrente aéreo que consigue entrar y salir de los pulmones.
Las personas que tengan la suerte de no padecer asma nunca sabrán cómo se siente uno cuando le da un ataque de asma y tiene que luchar por cada golpe de aire. Sabemos que la mayor parte de los detonantes asmáticos son alergenos. En mi caso particular, recuerdo que a los 9 años me hicieron un diagnóstico de rinitis alérgica. Más tarde descubrí que esa rinitis alérgica contribuía también a mis episodios de laringitis. Esta última me provocaba achaques de entre 2 y 3 semanas de duración, con una frecuencia de 3 veces al año. Lo que los médicos me decían: “relájate y descansa la voy y ésta volverá”. Este tipo de situaciones fueron sucediendo a lo largo de los años de forma intermitente, y fui probando diferentes programas de inmunodepresores contra la alergia para controlar el asma. Cuando cumplí 20 años parecía que ya no me daban tantas faringitis y que los brotes más severos de asma y alergia estaban mejor controlados. Durante una época pensaba que había conseguido manejar los síntomas y aprendido a vivir con ellos. De forma esporádica podía experimentar algún efecto secundario pero no me soponían un gran problema. Los efectos a los que me refieron incluían, por ejemplo: goteo constante por la nariz, tos alérgica y estornudos además de la tos asmática y tensión en los pulmones. Yo estaba convencida de que estos detalles eran insignificantes en comparación con un ataque fuerte de asma. Y sin embargo, la realidad es que fueron estos “síntomas menores” los que me llevaron a perder el uso de mis cuerdas vocales durante casi dos años, al tiempo que me imposibilitaban realizar una respiración normal y causaron un aumento de mis episodios asmáticos.
La inflamación continua derivada de los síntomas anteriores, conjuntamente con los efectos percusivos de la tos, los estornudos y la tensión en las cuerdas vocales vinieron a provocarles un estado de parálisis. Y ahí quedaron mis cuerdas vocales, prácticamente inmóviles durante dos años. El volúmen de mi voz se reducía al de un susurro. Personalmente, el hecho de no poder comunicarme bien me resultaba absolutamente frustrante. Me acuerdo incluso de veces en que cogía el teléfono para responder a una llamada y la persona colgaba porque no podía oirme.
Con el paso del tiempo parece que estos problemas fueron provocando otros. Tanto a nivel físico como a nivel emocional empezaba a pasarme factura. Como las cuerdas vocales no me funcionaban en absoluto, se encontraban en estado abierto dentro del esófago, así que cuando intentaba comunicarme con alguien en ese tono de susurro, no podía controlar el aire que entraba ni salía del cuerpo, lo que incluso llegaba a marearme.
Tuve que visitar a seis especialistas y terapeutas de voz hasta que encontraron, al fin, la causa original de esos síntomas y pude comenzar un programa adecuado de fisioterapia de la voz. El médico que me trataba me comentó que las cuerdas vocales fucionan de maneras muy diversas y que a menudo tienen “personalidad” propia. Otra cosa que me dijo es que empezarían a funcionar cuando estuvieran preparadas. Después de ocho meses de terapia, la cual consistía en toda una variedad de ejercicios para estimular mis cuerdas vocales, yo no veía ningún resultado. En una ocasión, el fisioterapeuta me recomendó que me apuntara a Pilates para ayudar con el programa de recuperación vocal. Yo al principio no estaba del todo segura de que eso fuera a ayudar, pero pensé que si me ayudaba a respirar y a fortalecer la musculatura central cabía la posibilidad de que me reportara algún beneficio. Así que me inscribí con la YMCA y comencé con clases de suelo tres veces por semana. A los tres meses la mejoría en capacidad pulmonar y resistencia eran ya notables. Continué tanto con el pilates como con la fisioterapaia y, poco a poco, tanto mi médico, como mi fisio y yo pudimos ir comprobando el desarrollo de las mejoras.
Cuando quedaban doce días para cumplir dos años, empezó a volverme la voz, aunque haciendo tonos extraños, algo parecido a cuando los chavales adolescentes están cambiando la voz. Así me tiré otro par de meses hasta que finalmente, si bien con poca potencia, recuperé mi voz.
Estos son los ejercicios que se enfatizaban más a menudo. Nosotros combinábamos la fisioterapia de la voz con los ejercicios de pilates que os describo. Lo que hacía era intentar emitir sonidos lo más bajos/graves posibles, que surgieran en el pecho y se mantuvieran ahí, al tiempo que intentaba extenderlos por la garganta y hacia la cabeza. Se trataba de simular estos fonemas: Miiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, Maaaaaaaaauuuhhhhhhs, Auuuuuuuuuuuuhhhhhs, Ahhhhhhhha mientras procuraba mantener o interrumpir la espiración al realizar los diveros ejercicios para el core.
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Ejercicios de respiración – centrarse en la respiración hacia la espalda en posición sentada flexionada, supino o prono con pelotita blanda de 22cm bajo la cabeza.
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Cabeza flotante – (Círculos con la nariz y gestos de Asentir mientras procuraba expulsar aire de forma parecida al sonido de un avión o el bufido de un caballo (ver www.youtube.co m/watch?v=kn8aTPD1i8Q ). Alargar y relajar la cara, el cuello y los músculos de la mandíbula, liberando cualquier tensión.
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El 100 – Para fortalecer los músculos abdominales.
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Trabajo con banda elástica – Para mejorar la movilidad de los hombros y la rotación, y ayudar a abrir el pecho.
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Estiramiento de una Pierna y Estiramiento Doble de Pierna (single leg stretch y double leg stretch) – Para fortalecer los abdominales a la vez que se reta el centro de gravedad del cuerpo a través de los movimientos. Movilizar las articulaciones de los hombros y coordinar la respiración con el movimiento de los brazos, las piernas, y el control central.
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Flexión Lateral – para abrir y estirar los músculos auxiliares de los laterales de la caja torácica.
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Torsión de Columna Sentada– aporta movilidad a la columna en rotación y con la inspiración expande las costillas.
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El Cisne – abre la parte anterior del cuerpo, expande el pechoy estira los abdominales, los flexores de la cadera y los cuádriceps.
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Las Tijeras – para aumentar el control del centro.
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Swing de Brazos Alternos – para movlizar las articulaciones de los hombros, y abrir los músculos del pecho.
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Bajadas de Piernas – utilizados para fortalecer la zona abdominal y aumentar la extensión del cuerpo.
Es importante destacar lo siguiente: las personas que padecen asma o alergia deben acudir a un médico para tratamiento. Antes de añadir nuevos ejercicios al programa de entrenamiento, consulta con los médicos para desarrollar un programa de tratamiento que prevenga futuros episodios de asma. Evita los detonantes y alergenos y haz uso de medicaciones preventivas que te ayuden a manejar los síntomas a la vez que realizar un programa de ejercicio seguro y efectivo como el pilates.
Personalmente, yo ignoré muchos síntomas. Pensaba que tenía la mayor parte controlada y bien cuvierta. Pero mirando hacia atrás, me doy cuenta que haber ignorado esos síntomas secundarios contribuyó a que perdiera la voz y las irregularidades en la respiración.
Los instructores de pilates que trabajen con clientes asmáticos deben emplear métodos de respiración nasales y lentos. Respirar por la nariz ayuda a calentar y humedecer el aire que se introduce en el cuerpo. Yo animaría a los instructores a enfatizar la respiración posterior y lateral para alentar la expansión de los pulmones y la flexibilidad de la caja torácica.
Como conclusión final, no quisiera dar a entender que el Pilates vaya a curar a alguien que padece asma y, decididamente, no es un sustituto de la medicación para esta enfermedad. Sin embargo, sí que creo que puede ayudar mucho a mantener y potenciar tu actual programa de tratamiento. Pilates ayuda porque calma la mente y baja el nivel de hormonas del estrés, aumenta la propiocepción y la conciencia kinestésica. Además, pienso que mejora la fuerza muscular, la postura, el equiilbrio, la respiración y la confianza en uno mismo.
Me siento afortunada de haber tenido la suerte de encontrarme con dos fuertes modelos de valor, que me alentaron y me guiaron en la saludable práctica del pilates. Me gustaría mencionar mi agradecimiento a Sheri Cognetti y Joan Lachiewicz.
Sobre la Autora: Pamela McAvinue, 47 años, es Profesora de Pilates Certificada por el PhysicalMind Institute. También es Entrenadora Personal e Instructora de Fitness Grupal. Pamela lleva 5 años trabajando en la YMCA de Fanwood-Scotch Plains, Nueva Jersey. Otras certificaciones son: Reebok Cycle, Fit Ball, Punk Rope, YogaFit y WillPower and Grace.