… Y POR QUÉ (QUIZÁ) DEBERÍAS HACER TODO LO POSIBLE PORQUE ESO NO SUCEDA
Hola, soy Andrea Fuente. Si estás leyendo esto tengo que avisarte de que se trata de una reflexión personal. No es el contenido que suele publicar FuentePilates y me inclino a preferir otro tipo de contenidos, pero ayer escuché algo interesante, y he pensado que conviene compartirlo.
Ayer descubrí una manera muy eficaz de echar por tierra tu reputación, la de otros, la de una técnica en concreto y, si me apuras, la de todo un sector profesional. Te lo voy a contar para que si estás planeando destrozar la reputación de alguien sepas cómo hacerlo de manera eficaz. O para que, si lo que prefieres es salvaguardar tu reputación, la de tus colegas, maestros, etc., procures evitar este tipo de acción. En cualquier caso, considero que es buena idea que centremos por un momento nuestro pensamiento en esa dirección. A continuación te lo cuento.
¿Qué es lo que sucedió ayer?
Sucedió que estaba yo charlando tranquilamente con un experto en salud y me comentaba cómo hace unos años asistió a unas charlas profesionales. En estas charlas se presentaba, entre otras cosas, una técnica de recuperación funcional concreta. Mi colega -que debo decir es una de las personas con mayor criterio y comprensión que conozco- sacó una idea clara: la técnica que presenció no parece tener fundamento, fiabilidad, utilidad, beneficio ni rigor.
¿En base a qué llegó mi colega a esta conclusión?
Pues en base a lo que vio. ¿Y qué es lo que vio? — Pues vio a un experto, que en directo demostró la técnica, la justificó, explicó cómo se ejecuta, para qué sirve y a quién ayuda.
Lo que mi colega vio fue suficiente para generar en él la opinión de que la técnica difícilmente es válida. Extrapolando un poco las cosas, lo que mi colega vio podría llevarle a pensar:
a) Que el ponente en esa charla era un charlatán
b) Que la técnica que explicaba era una patraña
c) Que todos los que usan esa técnica, por tanto, no aportan nada bueno.
Pensándolo fríamente, mi colega podría estar en lo cierto. Al fin y al cabo, él es muy conocedor, y tiene criterio para saber diferenciar el trigo de la paja. Si a un gran experto, una persona inteligente y “de mundo”, tras vivenciar la explicación de otro especialista, la técnica no le parece fiable, pues muy probablemente no lo sea. ¿O acaso no es eso lo más razonable?
Ahora pongámonos en otro escenario. Pongamos que los que hubieran escuchado esa charla no fueran expertos. ¿Qué habría pensado un grupo de observadores ajenos a la materia?- Necesariamente habría sucedido alguna de estas dos situaciones:
a) Que quedaran impresionados por la charla, maravillados con lo visto y convencidos de su utilidad. Llamemos a esto “Público general creyente”.
b) Que quedaran decepcionados con la charla, no les pareciera que la técnica esa es solución para nada y no tengan ningún interés en ella. Lo llamaré “Público general escéptico”.
Bien, hasta el momento, de esta charla que sucedió tenemos las siguientes consecuencias:
– Público experto escéptico (Es decir, mi colega, que “no se lo traga”)
– Público general creyente o escéptico, según quién.
Si esto sucede así, lo que es de esperar es que, tras la charla de este señor, el mundo profesional (digamos su mismo sector, y el público más experto, que podrían por ejemplo ser los médicos rehabilitadores) meta automáticamente esta técnica en el cajón de la “charlatanería”, le reste toda credibilidad y nunca lo recomiende a sus clientes/ pacientes/ amigos/ familiares.
Y el público general, que acudirá o no a la técnica según le parezca, pero que si consulta a un profesional “más experto”, seguramente no se lo recomienden.
En resumen: esta charla que se impartió hace unos años podría haber bombardeado su propio territorio.
¿Es esto deseable?- Pues podría serlo. Si la técnica no ayuda, es más honesto sacarla del mercado. Al menos estoy segura de que mucha gente opinaría así.
Pero fíjate qué casualidad, que yo tengo algo más de información sobre lo que ese día aconteció.
Ahora vas a saber la verdad.
Lo que de verdad sucedió es que la persona que daba esa charla no era tan experto como, a lo mejor, quiso aparentar. La realidad absoluta es que esa persona, que probablemente hablaba de la técnica con aseveración (recordemos que yo no estaba ahí y tampoco puedo decir con exactitud cómo transcurrió todo), sólo había cursado el nivel introductorio a la técnica. Sus conocimientos teóricos al respecto eran, por tanto, elementales, y su práctica profesional, necesariamente, escasa.
¿Es de extrañar que una persona con ese perfil no logre “convencer” a un público experto?
¡Para nada es de extrañar! ¡Es lo más lógico del mundo! Quizá convenza al público general, pero no a alguien con criterio.
¿Y cuál es la consecuencia de sus actos, según mi manera de ver?
Que su inexperiencia y osadía llevó al público experto a determinar que lo que se explicaba en esa charla eran patrañas. Ese ponente echó piedras sobre su propio tejado, en primer lugar, pero sobre el tejado de los verdaderos profesionales de la técnica también. Los seres humanos somos así: vemos algo, y extrapolamos todo lo posible. No hay acción que no tenga repercusión. Lo que alimentas a la gente, se disemina.
Me pregunto si te parece un pensamiento importante, ahora que estamos expuestos a tanta formación, tanta información, tanto experto. Si quieres comentar algo, por favor hazlo en nuestra página de Facebook. Me gustará saber qué opinas, y podría ser bueno para todos.
Un saludo.