Unidad y uso
En demasiadas ocasiones la medicina ortodoxa está más orientada hacia la curación que hacia la prevención y la educación física considera que el ejercicio es bueno por sí mismo. Por lo general, imaginan el organismo humano como un montón de partes que se pueden estudiar y tratar o desarrollar convenientemente por separado para dar un conjunto equilibrado.
Esta visión ha impregnado muchas conciencias y, pese a que solemos reconocer que las partes del ser humano son inextricables, muchos utilizamos aún este enfoque incluso con nosotros mismos. Nos miramos y nos vemos como si fuéramos dos o tres cosas distintas puestas juntas, por más que tengamos la certeza de que no se puede hacer nada con ninguna de ellas sin afectar a las demás.
Cada individuo es una unidad que podríamos llamar psicofísica (aunque el término ya lleva implícita cierta división) y cada uno usa esta unidad de una manera única y personal. La manera en que lo hace afecta a su funcionamiento.
Éste es el concepto fundamental de la Técnica Alexander.
Las cosas que se usan bien, funcionan mejor o duran más, o ambas cosas.
Interferencias, tensión innecesaria
No se puede hacer bien algo si no se deja de hacer al mismo tiempo lo que lo impide.
Cuando las cosas no salen como quisiéramos, no siempre hay que esforzarse más, en ocasiones basta con dejar de malgastar energías en la dirección equivocada.
Por razones diversas, a veces se cultivan hábitos perjudiciales de forma inconsciente, y no sólo aquellos que todo el mundo reconoce a simple vista, sino también en el ámbito de las más pequeñas reacciones musculares. Estos hábitos suponen obstáculos al trabajo consciente que se quiere realizar.
La “limpieza” de estas interferencias, no es ni corrección ni compensación, que sería añadir estrés al sistema, incitarle a hacer más de lo que ya hace, sino dejar de hacer. Lo deseable es evitar la respuesta perjudicial inconsciente a un determinado estímulo y permitir otra.
Lo que queremos ya suele estar suficientemente presente en nuestro pensamiento, a veces tanto que no nos deja pensar en los medios para conseguirlo, de manera que puede resultar muy útil poner más énfasis en lo que no queremos.
En un plano menos teórico, podemos observar que la tensión innecesaria reduce la movilidad de las articulaciones y aumenta el riesgo de lesión. Además, si un músculo está trabajando con un fin que no se desea conscientemente, se pierden posibilidades de aplicarlo a otro fin. Se pierde libertad.
El cuerpo humano tiene una gran capacidad de adaptación, puede trabajar en condiciones difíciles, puede cambiar la relación entre sus partes para mantener el equilibrio, puede contraerse, expandirse, hundirse o hacer torsión cuando se le requiere, y también puede utilizar una parte para funciones que son más propias de otra, como las manos para caminar, la boca para respirar o la región lumbar para sentarse. El problema es que si se hace uso constante de estos mecanismos “de emergencia”, se puede estropear el sistema antes de lo debido.
Percepción sensorial imprecisa
He aquí el problema. No sabemos qué está mal porque no lo notamos. El sistema sensorial se acostumbra a nuestra posición espacial y a la relación entre las diferentes partes del cuerpo y está condicionado, por lo tanto, por nuestros hábitos. La percepción es relativa a lo habitual (por ejemplo, si uno va siempre con los pies hacia fuera y los pone paralelos, los sentirá hacia dentro) y no es absolutamente precisa, pero casi siempre tomamos sus lecturas como valores exactos y absolutos.
Esto conlleva dos problemas principales:
Uno es que siempre queremos hacer las cosas bien y, cuanto más es así, más usamos nuestro sistema sensorial para comprobar los resultados. Por ejemplo, nos queremos sentar “bien” y lo “intentamos” y esperamos a que nuestro sistema sensorial nos diga que estamos “rectos”. Ponemos todo lo que ya sabemos al servicio de obtener un buen resultado, pero no podremos hacer lo que no sabemos si seguimos haciendo lo que ya sabemos. Lo único posible, con ayuda, es detectar y dejar de hacer lo que no se desea y permitir que ocurra algo nuevo, lo que no necesariamente se sentirá correcto en un primer momento porque, cuando una persona está equivocada, lo correcto le parece incorrecto.
Y el segundo es que, si conseguimos cambiar alguna de nuestras reacciones habituales, es posible que no nos reconozcamos y pensemos que los demás nos ven raros.
No obstante, conforme se reeduca el uso, la información que suministran los sentidos va resultando más fiable.
Hacer ejercicio
Hacer ejercicio no implica necesariamente usarse bien, ni siquiera mientras se hace.
El uso no cambia según la actividad que se realiza. La persona siempre se aplica a sí misma a todas sus actividades usándose lo mejor que sabe. Si conduce mal, lo hará igual de mal por autopista que por un camino de tierra, aunque con diferentes resultados. Si tiene la percepción sensorial y la psicomotricidad alteradas, las tendrá así para todo lo que haga. Si alguien no usa bien su organismo y lo aplica a un esfuerzo, hay grandes probabilidades de que el esfuerzo no le resulte provechoso.
Curiosamente, los que no practican ningún deporte tienden más a creer que el ejercicio es bueno por sí mismo que los que sí practican alguno. Estos últimos saben que importa mucho cómo se hace el esfuerzo. Hacer algo mal cien veces puede ser peor que quedarse en el sofá mirando la tele.
Es cierto que levantando pesas a lo mejor aprendemos a levantar pesas, pero quizás no.
Una persona que ha desarrollado una dolencia por un mal uso de su propio organismo, aplicará ese mismo mal uso al ejercicio.
La Técnica Alexander
Con la Técnica Alexander se puede aprender a eliminar la tensión innecesaria, aumentando el rendimiento, reduciendo el riesgo de lesiones y potenciando los efectos más saludables del ejercicio.
Sus frutos no siempre son espectaculares a corto plazo desde un punto de vista estético o terapéutico, pero el mantenimiento continuo de un buen uso permite al organismo funcionar bien durante más tiempo. No compite con la gimnasia ni con la medicina, sino que les es de gran ayuda para su mayor eficacia.
© Eduardo Tilve 2008
www.t-alexander.com