Lo primero que puede venir a la mente luego de las reveladoras lecturas de Carol Davis y James Oschmani, puede ser la palabra asombro; estupefacción basada en evidencia científica, debiéramos añadir.
Si nos remontamos a 1963 ya existe bibliografía que demuestra el afán por medir los campos magnéticos generados por la actividad del corazón y cómo fue posible hasta los más recientes descubrimientos de la física cuántica, contar con los aparatos capaces de captarlos y medirlos a una distancia de separación de hasta cinco metros del cuerpo.
Al cuantificar los campos de vida, como los denomina Oschman, se abre un campo de investigación y por ende de hipótesis, como por ejemplo aquella de medir las ondas cerebrales durante una sesión de terapias manuales (Rolfing, Trager, reflexología, acupuntura, shiatsu, etc.), tal como se ha hecho en diferentes ocasiones durante la interpretación con instrumentos musicales. Los campos de vida se generan gracias a la arquitectura de la red viviente que Oschman la desgrana a nivel celular inclusive, una red bioeléctrica que aprovecha la conductividad del agua del organismo para generar esos campos de vida, generados a su vez por el corazón y el resto de los sistemas del cuerpo.
Solemos afirmar que el pilates es una actividad corporal y mental (simultáneamente) bidireccional: J.H. Pilates, estaba seguro que incluso repercutía en el espíritu. En nuestra práctica cotidiana podríamos afirmar en este sentido, que casi todos los alumnos de pilates están buscando salud, bienestar y felicidad cuando practican el método, si no las tres, como mínimo dos. Esto sale a cuento porque estos autores amplían nuestros horizontes de investigación y de práctica profesional del pilates y nos proponen campos extensibles de conocimiento en el campo de la salud.
Oschman afirma que los huesos y otros elementos del tejido conectivo están continuamente respondiendo a las cargas físicas que se les aplica; puntualiza cómo también el movimiento produce unos campos eléctricos que dan órdenes directas que activan las células generativas (osteoblastos, mioblastos, perivasculares, etc.) capaces a su vez de reformar los tejidos y adaptar así mucho mejor al cuerpo a las diferentes maneras en que puede ser empleado en cualquier circunstancia, en cualquier ambiente.
Merece la pena dedicarle especial atención en la red viviente al tejido conectivo ininterrumpido (una tela orgánica) que cubre a los sistemas más importantes del cuerpo: circulatorio, nervioso, músculo-esquelético, digestivo y el resto de órganos y glándulas. Y, justamente, del rol de ese tejido como canal de comunicación bidireccional y bioeléctrico de todo el cuerpo.
El pilates es una serie de movimientos en múltiples combinaciones y secuencias que le darán información continua y variable a esa red viviente. Sabemos que además esos movimientos ocurren en todos los planos (frontal, sagital, transversal) e inclusive entre las combinaciones entre sí. Por ello es fácil inferir que mientras más información, desde diferentes ángulos de aproximación, le damos a esa red viviente, más adaptabilidad y versatilidad obtendrá.
Existen médicos y terapeutas que investigan activamente el pilates, que incluso lo practican. Hay una terapeuta en especial, Marianna Amicarella, que en la V Conferencia de Pilates Method Alliance, 2005 presentó una conferencia acerca de la mejoría de sus pacientes con diversos problemas en el aparato vestibular2. Comentaba su capacidad de asombro de cómo J.H. Pilates en los años cuarenta estaba implementando unos principios que hoy en día se utilizan para la preparación física de los astronautas de la N.A.S.A. Lo curioso de esta conferencia podríamos destacar que como estrella principal estaba una silla de pilates donde se ejecutaron ejercicios como Kneeling cat, Swan o Lateral flexion, entre otros, en la parte práctica de la conferencia. Entre los pacientes que ha tratado con éxito Amicarella se encuentran casos de traumatismos cerebrales, neurológicos y con problemas de equilibrio.
Oschman recopila cinco líneas de investigación respecto a la red viviente y entre ellas, acaso la de biomedicina de Donald Ingber resulte la más determinante para nuestro trabajo con pilates. Sus investigaciones de bioquímica en estado sólido, le añadió el concepto de tensegridad desarrollado por R. Buckminster Fuller en los setenta. Ingber ha sido capaz de demostrar como: “las fuerzas físicas que se ejercen en los andamios moleculares de la tensegridad regulan los conductos bioquímicos que intervienen para determinar los patrones biológicos”. Esto tiene una influencia directa en el trabajo del terapeuta manual, teniendo injerencia directa en los procesos bioquímicos del cuerpo. Si nos consideramos más bodywokers entonces sabremos que gracias a la tensegridad bien distribuida en el cuerpo, lo convertimos en un sistema mucho más competente a la hora de absorber impactos, capaz inclusive de convertirlos en información más que en algo destructivo, un daño, para el sistema. Sabremos además que como resultado tenemos un cuerpo más apto para el performance y menos propenso a lesiones: “Dado que la red de tensegridad viviente es a la vez mecánica y vibratoria, las restricciones en una parte tienen consecuencias tanto estructurales como energéticas en todo el organismo”. Esto también Oscham lo llama coherencia estructural (cristalinidad) en los tejidos. Siempre con el enfoque que las ondas cerebrales, los impulsos eléctricos del corazón y otros músculos, así como las señales de otros órganos se mezclen en el sistema circulatorio. Oschamn añade: “La integridad estructural, vibratoria y energética o informativa van todas de la mano. Uno no puede influir en el sistema estructural sin hacerlo en el sistema energético o informativo, y viceversa”.
Gracias a estos hallazgos podemos precisar actualmente que el sistema muscular se sincroniza mediante la tensegridad de la fascia, como un sistema elástico, colectivo y solidario; no como un sistema compresible y de partes inconexas (que aísle a sus más de sus 600 componentes concéntrica, excéntrica o isométricamente).
Carol Davis comienza su libro definiendo las bases de la ciencia corporal-mental de la Psiconeuroinmunología, en el campo de la atención sanitaria e investigación; la define como el puente para la coexistencia de dos paradigmas: mente y cerebro (psique y neuronas) junto al sistema inmunológico. A pesar de ser un campo que no es conclusivo todavía en el desarrollo y ampliación de sus investigaciones como ella misma afirma, hoy por hoy puede demostrarse cómo las interacciones entre la mente, el cerebro y el sistema inmunológico tienen importancia crucial en muchas enfermedades como el cáncer, artritis o virus como el VIH y otras enfermedades autoinmunes.
La visión de Davis en el cuidado sanitario es principalmente holística y uno de los principios que propone es tratar a la persona en su unicidad, tratar a la persona, no a su enfermedad y cómo ayudarla a que logre su máxima salud, con los diferentes proveedores que puede contar a su disposición: psicoterapeuta, terapeuta manual, bodyworker o biofeedback.
La conjunción de las investigaciones de Oscham y Davis son una inspiración y un estímulo para nosotros como bodyworkers, ya que sabemos que podemos contribuir efectivamente y muy concretamente en mejorar la salud de las personas que atendemos en la medida que mejoremos la información que le demos a las redes vivientes, que a su vez mejorarán el intercambio de información interno de las redes en sí mismas y mejorarán, por ende, los campos de vida que sean capaces de emitir dichas redes. Mejorar al individuo y a su contexto.
Referencias:
Nota 1: «Complimentary Therapies in Rehabilitation», Carol Davis: Slack 2004. «Energy Medicine, The Scientific Basis», James L. Oschman: Churchill Livingstone, 2000.
Nota 2: «Pilates, Balance and Postural Control: Theory and Practicum». Pilates Method Alliance. 5th International Educational Conference. November 3-6, 2005. Indian Wells, California.
Autor: Pedro-Elías Martí
Instructor de Pilates
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